19 de octubre de 2007

el milagro

Esperá y te cuento.

En días pasados volví a leer "La Borra del Café". Gracias a libraco, me empezaron a tocar la puerta varios entrañables recuerdos de mi niñez, la mayoría relacionados con un arbol de güitite que había en el patio y donde pasábamos horas de horas entre juegos y tertulias. Sabés que incluso habíamos dividido el arbol en secciones y cada una pertenecía a uno de nosotros: una suerte de comunidad, bastante armoniosa por cierto...

Qué historias en ese lugar. De todas ellas, la que nunca olvidaré fue cuando Marcelo se cayó desde arriba y antes de pegar catastróficamente contra unas piedras enormes, lo ví detenerse casi por completo en el aire, como si levitara, y luego golpearse casi con sutileza contra las piedras. Por años le dí mil vueltas a la explicación de aquel fenómeno: desde las rigorosamente racionales que sugerían que la impresión de la caída me hizo grabar el hecho en una especie de "cámara lenta", hasta las más descabelladas que me decían que a Marcelo lo habían salvado los extraterrestres. Hoy te digo plenamente convencido de que a Marcelo lo ayudó el Angel de la Guarda, no hay más...

Siempre me ha resultado curioso cómo vamos dejando atrás etapas y creencias, y aún con todo nos seguimos considerando la misma persona, como si todas esas metamorfosis fueran puramente superficiales, transiciones naturales de nuestro espíritu, único e inmortal, alimentado por las experiencias cotidianas: las más triviales y las más trascendentales. Pero al final el mismo, fortalecido unas veces, derrotado otras, león de la sabana, cadáver putrefacto en una jaula... Como dijo el maestro Blades en su canción "la marea del tiempo lleva y trae nuestras contradicciones, y entre regreso y despedida cicatrizan los errores..."

Qué más te puedo contar a vos ahora, yo que no puedo evitar una dolorosa nostalgia al comprobar la irrecuperable naturaleza de nuestra memoria, cuando tengo la certeza que lo mejor ya fue, y el futuro, a veces despiadadamente lúcido, no será para nada lo que muchas veces imaginábamos en aquel arbol, anfitrión amable de nuestra mejor época, de nuestra más tierna ingenuidad.

Dale, te toca...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí es cierto, ese futuro es "despiadadamente lúcido"... Pero creo que a la vez es tan indefinido, es tan "blanco", que también por eso intimida.... Pero "no todo está consumado", por el contrario todo puede estar por empezar... depende de cómo y qué queramos escribir esas páginas...