Tal vez haya sido que el fin de semana, mientras pasaba un buen rato con mis tatas en la cocina, la situación de Antonio Puerta era el motivo de recurrentes avances informativos en la TVE española, y por eso aquella jornada culinaria estuvo inevitablemente ligada al desarrollo de dicha noticia.
El caso es que hoy murió el jugador sevillista y no pude menos que ponerme resueltamente triste, tampoco la "depre", pero sí reconozco que tenía la esperanza (como tantos otros) de que Puerta se iba a recuperar. ¿Qué pensaba cuando salía caminando de la grama del Sánchez Pizjuán? ¿Estaría consciente de que había sufrido un problema cardíaco serio, o creyó que no pasaba de un desmayo?
Si de imágenes se trata, quisiera enterrar la de su desvanecimiento en la cancha y cómo un compañero lo ayudaba a que no se asfixiara con su propia lengua. Más bien me quedo con la de los miles de ciudadanos andaluces que se volcaron hoy a las calles para acompañar a uno de los suyos hasta el estadio donde sería velado, conmovedora escena que hasta cierto punto era casi igual a la de unos meses atrás cuando el Sevilla era ovacionado por miles de seguidores que celebraban la obtención de la Copa de la UEFA... Como diría el buen amigo Fabianete, qué tirada!
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