26 de abril de 2007

26-6-2005

Desde la ventana del bus siempre veía lo mismo: las viejas casas de madera, los edificios cuadrados, las calles estrechas donde todos los días se asfixiaban los carros. Nada lo atraía por su belleza, por el contrario cada rincón le parecía repulsivo, insoportablemente imperfecto; a donde quiera que mirara no encontraba otra cosa que caos y suciedad.

A menudo pensaba, con una mezcla de ironía y tristeza, que en esta ciudad sería imposible que ocurriese una historia como la de Martín. En cuáles plazas y parques podría alguien tener la libertad de encontrarse con su destino, por cuáles calles caminaría durante horas abandonado a sus pensamientos, dónde podría encontrar un café para tomar mientras decidía el siguiente paso...

1 comentario:

Niebla dijo...

Si hay calles, deberías caminar por Barrio Tournón/Amón/Sta Teresita. Se lleva uno sorpresas de todo tipo.

El otro día, caminando por una de las calles que bordean al Calabozo de Animales Simón Bolivar por el lado noreste, he visto unas cosas y unas casa impresionantes, parecía otro país.

En general Amón siempre me ha parecido mágico, y aunque no hay cafetines, hay pulperías y una que otra ventana donde venden empanadas de pollo con las que uno se conecta directo a la inmensidad.