26 de abril de 2007

30-3-2007

Finalmente llegó a su casa. Apenas unos minutos antes había respirado profundo cuando se bajó del bus y volvió a ser dueño de sus actos. Decidió bañarse para limpiar su cuerpo de los residuos que el calor insoportable de la ciudad y el trabajo habían depositado durante todo el extenso día. Ni siquiera el agua pudo mermar la euforia que estaba sintiendo desde la tarde, los pensamientos eran muchos y siempre en movimiento, los nombres se mezclaban con lugares y olores, sensaciones que le hacían revivir tiempos muy lejanos, incluso dolorosos.

Algo estaba ocurriendo en él, su agitación crecía a cada minuto y esto lo excitaba. Por momentos quiso descubrir una luz en el mar tempestuoso de su realidad, sin embargo algo muy dentro de sí le indicaba que no debía caer en la falacia de dar un orden lógico a sus pensamientos. Las leyes de la razón sirven para el trabajo o para angustiarse sobre el futuro, pero no para las cosas verdaderamente trascendentales.

Comprendió entonces que no tenía sentido encontrar una respuesta, mucho menos un orden. Esa necesidad de Absoluto que a veces sentía en su corazón parecía ahora esfumarse bajo la acción de sus sentidos, cada respiro pleno de sensaciones le hacía notar que estaba vivo y sin embargo sorprendentemente ajeno a todo lo que le rodeaba y que hasta ese momento le era imprescindible para definir su vida

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